lunes, 8 de agosto de 2011

Sobre redes, periodismo e ingenuidad

El profesor Juan Gargurevich ha escrito el interesante post “¿Periodismo por Twitter? No, gracias”. Permíntame plantear un par de discrepancias. La primera tiene que ver con el párrafo en que afirma: “Cualquiera puede inventar noticias y lanzarlas sin responsabilidad alguna, porque lo virtual es el reino de todos y de nadie."

Recordemos en principio que “la libertad de información –y más específicamente el derecho a buscar, recibir y difundir información— es un derecho humano fundamental.” (Un solo mundo, voces múltiples. Pág. 208)

La cita nos lleva al antiguo debate sobre las libertades de prensa y expresión. ¿Están estas libertades reservadas para los periodistas profesionales? ¿Constituyen un derecho que asiste solo a los medios de comunicación formalmente constituidos y a su personal periodístico? Considero que no. El derecho es de la persona; la libertad corresponde al ser humano. El que los periodistas hayamos reclamado siempre la representación del público para el ejercicio de tales libertades no nos convierte en sus beneficiarios únicos y exclusivos.

Acto seguido –y aquí mi segunda discrepancia—, la situación presentada por Juan Gargurevich nos obliga a reflexionar, una vez más, en torno al concepto de noticia. En el caso de Gerry, el damnificado fantasma, pregunto si aquel SOS ficticio era una noticia o no. Tiene razón el Profesor cuando se lamenta de un hecho innegable: “Twitter es hoy un sembrador de rumores y chismes, de adjetivos calificativos, opiniones al paso”. Sin embargo, esa debilidad no debería descalificar a la herramienta, como la presencia de Laura Bozzo no es motivo suficiente para agarrar el televisor a martillazos.

La prensa tradicional ha cometido también notorios excesos en cuanto a noticias. Cada mañana, el noticiero de 7:00 a 8:00 en televisión es un baño de sangre; y los “diarios chicha” dedican no menos del 15% de sus espacios a difundir información sobre homicidios, violaciones, secuestros, asaltos y demás aberraciones de la sociedad posmoderna.

El inciso 4 del Artículo 2° de la Constitución de 1993 –similar en este punto a la Carta de 1979— advierte que “los delitos cometidos por medio del libro, la prensa y demás medios de comunicación social se tipifican en el Código Penal y se juzgan en el fuero común.”

Al respecto, dos anotaciones finales. ¿Es delito echar a rodar un rumor o una versión falsa, como ocurrió con el tal Gerry? A lo mucho, el damnificado fantasma será blanco de las maldiciones de quienes, con algo de ingenuidad, se creyeron su cuento de buena fe. De modo que en esto coincido con el profesor Gargurevich. Y dos, cada vez que a la prensa se le mueve el tema de la responsabilidad, los periodistas ponemos el grito en el cielo. La verdad, la autorregulación –siempre esgrimida y nunca aplicada– es otro de los mitos que nos está llevando a la ruina.

viernes, 13 de agosto de 2010

El verdadero “voto perdido”

A ocho semanas de las elecciones del 3 de octubre, la percepción de ganador en la competencia por el municipio de Lima puede entrar en un ciclo cambiante hacia finales de agosto. Hoy, la candidata con mayor intención de voto en la capital es Lourdes Flores, con alrededor de 35 por ciento en diversas encuestas. Pero esa es una cifra en que la representante del PPC se mantiene desde hace varias semanas.

Mientras “la abogada de clase media” llegó a su techo, a quien parecen habérsele vaciado los frenos en plena pendiente es a Alex Kouri. En varias de las mediciones más recientes, el ex alcalde del Callao se ubica por debajo de la barrera del 20 por ciento, marcando una tendencia descendente con la que no sabe cómo lidiar.

Quizás por eso, en la entrevista que le hizo Jaime Baily dos domingos atrás, Kouri lucía tan melancólico como el muñeco de dunlopillo que su equipo de campaña hace pasear por las calles de Lima, vestido con los colores amarillo y azul de Cambio Radical.

En este contexto, sazonado por las acusaciones de apoyos “por lo bajo” y pedidos para reinstaurar la pena de muerte, ha tomado fuerza la candidatura de Susana Villarán, la ex ministra de la Mujer que sin levantar mucho polvo se ubica por estos días muy cerca del 10 por ciento y al alza en la intención de voto de los limeños, de acuerdo con los reportes de CPI y Datum.

El electorado peruano es emocional. Por eso su descripción y sus actitudes encajan tan bien con las teorías sobre espiral de silencio, temor al voto perdido e influencia de las encuestas en las decisiones electorales. Precisamente en este punto, convendría evaluar cuál es el verdadero “voto perdido” en la competencia por el sillón de Nicolás de Rivera

De hecho, la población comienza a percibir que entre los tres corredores que en la quincena de agosto marchan adelante en esta carrera, hay uno que --a la luz de los estudios de opinión pública y el análisis de las tendencias electorales-- no ganará de ninguna manera. Y ese candidato, para tristeza de José Barba y sus allegados, es Alexander Kouri.

Así las cosas, no hay que ser mago para vaticinar que la justa de octubre se definirá entre Lourdes Flores y Susana Villarán y que, gracias a Dios, Lima tendrá desde enero del 2011 a una mujer al mando del gobierno local. Una buena oportunidad para una ciudad enorme y caótica, cuyos problemas no se resolverán con cemento sino con inclusión y verdadero espíritu concertador.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Redes, medios y noticias: un debate urgente

Sin que la mayoría de periodistas se percate de las implicancias de fondo, la instalación de los personajes públicos en las redes sociales, en busca de contacto directo con las audiencias, ha comenzado a colocar de cabeza el negocio de los medios de comunicación. Sería bueno entablar un debate al respecto.

A finales de julio, un post del Centro Knight para el Periodismo en las Américas encendió una luz de alerta que no deberíamos perder de vista: el canciller argentino Héctor Timmerman, político diestro en el uso de las redes en Internet, ha cuestionado las prácticas de los periodistas, a quienes acusa de filtrar las noticias en perjuicio de lo que él llama la “democracia de la información”.

Para resaltar las bondades de Twitter y Facebook –sus aplicaciones favoritas para anunciar sus reuniones políticas y agenda de actividades oficiales—, Timmerman asegura: “Lo bueno es que aquí se puede debatir sin filtro de los medios; aquí nadie edita el material.”

En defensa de la prensa, podríamos responder que, a primera vista, las observaciones del canciller pecan de generalización. Y, además –como se advierte en el mismo post–, esconderían la intención de ciertos políticos de evadir las preguntas incómodas que suelen hacer los reporteros entrenados en investigar y fiscalizar.

Críticas y presiones. Pero las críticas respecto a la actuación de los medios no provienen únicamente de funcionarios como Timmerman. En los foros de discusión en la red, por ejemplo, cada vez más ciudadanos protestan contra la enorme cantidad de violencia exhibida en los diarios populares y, sobre todo, en la televisión.

El panorama se muestra difícil para la prensa. Con fuentes y audiencias dispuestas a tomar distancia de los actuales estilos de trabajo informativo, el negocio necesita con urgencia respuestas coherentes.

Peor aún, en el mediano plazo la presión vendrá incluso del lado de la publicidad, con anunciantes obligados a proyectar imágenes corporativas positivas, en un contexto donde cobran fuerza la responsabilidad social empresarial y el comercio justo.

Como el filtro de la prensa y sus criterios de selección de lo que es noticia parecen irritar en la misma medida a las fuentes y al auditorio, lo más conveniente sería revisar ambos aspectos. Pero, sobre todo, apostar por la credibilidad, ese concepto que superó al de la objetividad en el viejo debate sobre las posibilidades de una reconstrucción aséptica de la realidad en los medios.

Conceptos en revisión. En poco tiempo –si no están ya en ese proceso— entrarán en crisis conceptos claves en el mundo del periodismo. Y hasta la definición básica de lo que es un “medio de comunicación” perderá todo sentido cuando la transmisión de lo noticiable se cristalice sin intermediarios.

Pasará a revisión incluso la noción de noticia, debilitada por la manía de publicar principalmente tragedia y violencia, como si la muerte, el crimen, la desgracia, fueran lo único digno de transmitirse en horario estelar.

A los periodistas nos convendría reflexionar detenidamente sobre este punto. En Estados Unidos, por citar solo un caso, los seguidores del movimiento “news resisters” están convencidos de que las noticias son peligrosas, desde la perspectiva de quienes buscan llevar una vida saludable.

La lógica de esta “resistencia contra las noticias” es simple: la proliferación de información negativa afecta los estados de ánimo y deteriora la estabilidad emocional. Y entonces, en conclusión, ver noticias –lo mismo que fumar o pasear por la avenida Abancay— es dañino para la salud.

¿Premio consuelo? Exagerado o no, lo real es que cualquier madre o padre de familia medianamente sensibilizado respecto al proceso de formación de sus hijos no puede sentirse menos que preocupado por lo que exhiben los noticieros de televisión y lo que se lee en la mayoría de los diarios.

Esta situación, sumada al hecho de que los personajes públicos comienzan a preferir las redes sociales antes que a los medios tradicionales para entrar en contacto con las audiencias, obliga a replantear el trabajo de los periodistas. Como premio consuelo, habrá que reconocer que si bien el hombre podría vivir sin noticias, jamás sobrevivirá sin información.

miércoles, 7 de julio de 2010

El espejismo del debate electoral

Desde que Richard Nixon y Jhon F. Kennedy abrieron la era del debate televisado, con cuatro rounds en vivo antes de las presidenciales de 1960, mucho se ha discutido sobre la relevancia de este procedimiento de comunicación política.

En Estados Unidos, donde la contienda se resuelve entre republicanos y demócratas desde el siglo antepasado, el debate resulta clave. Pero en países donde los partidos han sucumbido con el desprestigio de la clase política, su valor se relativiza.

Aquí, por ejemplo, el voto ideológico ha pasado a la historia. Y el debate, que en teoría debe servir para difundir propuestas de gobierno, se convierte en un “reality” más, en cuyo contexto la lectura se resume en una pregunta: “¿Quién ganó a quién?”

“En realidad, el debate no lo gana nadie; alguien lo pierde”, explica Ismael Crespo, doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid y profesor de la Escuela Electoral y de Gobernabilidad del Jurado Nacional de Elecciones.

En 1960, Nixon y su barba crecida cayeron por puntos ante un JFK de make up y sonrisa relajada. Desde el primer ensayo, quedó establecido que el debate en la pantalla chica no es solo cruce de ideas sino, sobre todo, cuestión de imagen.

En su artículo “Zamba canuta”, Augusto Álvarez Rodrich exige hoy “institucionalizar los debates como hitos obligatorios en todo proceso electoral, pues son las oportunidades en las que el formato induce al postulante a hacer un esfuerzo por ordenar las iniciativas que eventualmente pondría en marcha si ganara la elección.”

Tiene razón. Pero hay factores que juegan en contra de la posibilidad de institucionalizar este procedimiento. Por citar un caso, los estrategas de campaña sugieren que el candidato que va adelante en las encuestas nunca debe aceptar un debate.

Por otro lado, convendría preguntarse si la población está realmente interesada en escuchar a los candidatos en un debate con altura, o si preferirían verlos en un concurso de baile, tipo “El Gran Chongo” de la urraca Magaly Medina.

La revelación que recoge “Zamba canuta” sobre un equipo trabajando en perfiles bamba para hacer guerra sucia en Facebook, es otro un indicador de que muchos de los competidores se concentrarán en campañas veneno y no en propuestas.

A estas alturas, nada se pierde recordando a los candidatos que la comunicación electoral realmente estratégica tiene cuatro objetivos serios: reforzar a los convencidos, convencer a los indecisos, activar a los indiferentes y desmovilizar a los contrarios. De modo que, desde mi punto de vista, nada está dicho todavía en la carrera por el sillón municipal de Lima.

lunes, 5 de julio de 2010

Cinco razones para creer en Uruguay

Por motivos de tiempo y emoción, este mensaje tiene un solo párrafo. ¡Fuerza, Uruguay! Razón 1. El fútbol no tiene lógica, aunque por lo general ganan los mejores… ¡ Y Uruguay es mejor que Holanda! Razón 2. Uruguay es la última carta de Sudamérica y si –como dice Silvio– no creyera en la esperanza, ¿qué cosa fuera la masa sin cantera? Razón 3. La historia se respeta. Mañana, solo un campeón mundial saltará a la cancha: ¡Uruguay! Razón 4. La garra charrúa aflorará en la medida exacta para exprimir la naranja hasta la última gota. Razón 5. El liderazgo de Forlán, que cree en su equipo tanto como su equipo cree en él. ¡Vamos, Uruguay!

sábado, 3 de julio de 2010

¿Por qué no puedo celebrar este triunfo?

Cuando la política cierra los ojos para pasar de largo frente a la ética, el deporte tendría que abrir los brazos a la decencia. Hemos perdido toda esperanza de que el sistema se autorregule: la corrupción es moneda corriente, el trato bajo la mesa arregla hojas de vida. Todo se compra, todo se vende. Y, entonces, la pendejada se alza como medida de la habilidad para sobrevivir sin problemas bajo el imperio de la ley del menor esfuerzo.

¿Si ayer aplaudí la victoria de Uruguay? Por supuesto. Durante 89 minutos y medio, no solo yo sino toda la gente que conozco de cerca vivió enfundada en una camiseta celeste.

En algo estamos de acuerdo: el triunfo de Sudamérica en el waka-waka es un tipo de chorreo simbólico que baña por igual a todos los aficionados de esta parte del mundo. Sobre el césped, el sueño de Bolívar se cristaliza sin discursos de pacotilla.

Pero esa mano de Suárez en el instante final del partido contra Ghana me ha separado un poquito del resto de una hinchada que solo quiere sopesar resultados.

El fútbol es deporte. Y el deporte es honestidad, al menos en teoría. Me alegra la clasificación uruguaya a la semifinal de Sudáfrica. Sin embargo, esto que siento no se define como felicidad futbolística. Como en una moneda que gira en el aire a velocidad para asignar suerte y destino, esto que siento ahora es la cara inversa de lo que pensé cuando Francia eliminó a Irlanda con una ilegal mano de Henry.

Si en el fútbol dejan de contar el respeto por el rival, el fair-play, la caballerosidad, el trabajo en equipo, entonces sería mejor que juguemos play-station. Y sucumbamos sin queja ni crítica al escupitajo de los CR7, a los desplantes de tipos como Raimond Doménech.

Ayer hemos aplaudido cada penal convertido por los charrúas. Y hemos celebrado, sobre todo, la calidad del “Loco” Abreu para marcar de cucharita con 350 millones de aficionados haciéndole barra desde cada rincón del continente. Pero hay algo que no me deja dar rienda suelta a esta alegría sudamericana, que de verdad merece una nueva oportunidad.

jueves, 24 de junio de 2010

¿Y quién define qué es autorregulación?

Congresista por casualidad y controvertido broadcaster limeño, Ricardo Belmont Cassinelli ha alborotado el gallinero político y periodístico esta semana, con su propuesta sobre sanción penal para editores, gerentes y directores que difunden pornografía en los medios de comunicación.

La iniciativa ha caído tan mal entre los directivos de los diarios, radios y estaciones de televisión que el Consejo de la Prensa Peruana –el gremio de propietarios de los medios de comunicación— no demoró en emitir un pronunciamiento para zanjar posiciones respecto a este espinoso tema. (http://www.consejoprensaperuana.org.pe/tempo/detnoticia.php?item=MTMy)

Inquinas y simpatías aparte, el mérito de RBC es haber puesto en agenda, una vez más, el viejo debate sobre el papel de los medios de comunicación y los riesgos de una hasta hoy no comprobada influencia negativa directa en las actitudes y las conductas de las audiencias.

Desde el martes, con cierta razón, los críticos del proyecto comenzaron a hablar de mordaza, de intervención en los medios, de amenaza contra la libertad de expresión, de censura (http://peru21.pe/noticia/499412/vitocho-proyecto-afecta-libertad-prensa). Y con gran insistencia, han formulado una pregunta en tono iracundo: Si se llegara a aprobar esta ley, ¿quién definirá lo que es obscenidad?

El gremio periodístico rechaza la idea de la sanción penal. Pasarse hasta seis años tras las rejas por una calata es algo que nadie quisiera en el certificado de antecedentes penitenciarios. Y, a cambio, periodistas y propietarios levantan el argumento de la autorregulación.

Surge aquí una observación pertinente. Así como es válido que la prensa se pregunte quién decidirá qué es pornográfico y obsceno, resulta completamente comprensible que la ciudadanía se pregunte: ¿Y quién define qué es autorregulación?

No del todo libres de ingenuidad, algunos periodistas creen que la autorregulación se logrará con ayuda de los anunciantes. Como si la lógica del mercadeo pudiera desprenderse, aunque sea en forma temporal, de la dictadura del rating, los estudios de audiencia y los índices de lectoría.

Otros piensan que la autorregulación debería ser un proceso acompañado por la sociedad civil, por medio de observatorios o veedurías ciudadanas (http://www.veeduria.org.pe/) investidas de suficiente autoridad simbólica como para subir o bajar pulgares, según los contenidos de los medios sean apropiados o nocivos.

En cualquier caso, este es un tema que merece un debate mucho más amplio, honesto, en el cual se considere también la dimensión tecnológica del asunto de la comunicación. No perdamos de vista que una “malcriada” sin vestiduras está ahora apenas a un clic de distancia.