Recordemos en principio que “la libertad de información –y más específicamente el derecho a buscar, recibir y difundir información— es un derecho humano fundamental.” (Un solo mundo, voces múltiples. Pág. 208)
La cita nos lleva al antiguo debate sobre las libertades de prensa y expresión. ¿Están estas libertades reservadas para los periodistas profesionales? ¿Constituyen un derecho que asiste solo a los medios de comunicación formalmente constituidos y a su personal periodístico? Considero que no. El derecho es de la persona; la libertad corresponde al ser humano. El que los periodistas hayamos reclamado siempre la representación del público para el ejercicio de tales libertades no nos convierte en sus beneficiarios únicos y exclusivos.
Acto seguido –y aquí mi segunda discrepancia—, la situación presentada por Juan Gargurevich nos obliga a reflexionar, una vez más, en torno al concepto de noticia. En el caso de Gerry, el damnificado fantasma, pregunto si aquel SOS ficticio era una noticia o no. Tiene razón el Profesor cuando se lamenta de un hecho innegable: “Twitter es hoy un sembrador de rumores y chismes, de adjetivos calificativos, opiniones al paso”. Sin embargo, esa debilidad no debería descalificar a la herramienta, como la presencia de Laura Bozzo no es motivo suficiente para agarrar el televisor a martillazos.
La prensa tradicional ha cometido también notorios excesos en cuanto a noticias. Cada mañana, el noticiero de 7:00 a 8:00 en televisión es un baño de sangre; y los “diarios chicha” dedican no menos del 15% de sus espacios a difundir información sobre homicidios, violaciones, secuestros, asaltos y demás aberraciones de la sociedad posmoderna.
El inciso 4 del Artículo 2° de la Constitución de 1993 –similar en este punto a la Carta de 1979— advierte que “los delitos cometidos por medio del libro, la prensa y demás medios de comunicación social se tipifican en el Código Penal y se juzgan en el fuero común.”
Al respecto, dos anotaciones finales. ¿Es delito echar a rodar un rumor o una versión falsa, como ocurrió con el tal Gerry? A lo mucho, el damnificado fantasma será blanco de las maldiciones de quienes, con algo de ingenuidad, se creyeron su cuento de buena fe. De modo que en esto coincido con el profesor Gargurevich. Y dos, cada vez que a la prensa se le mueve el tema de la responsabilidad, los periodistas ponemos el grito en el cielo. La verdad, la autorregulación –siempre esgrimida y nunca aplicada– es otro de los mitos que nos está llevando a la ruina.