En temporada electoral, los mensajes negativos constituyen un recurso inevitable; es cierto. Pero aun ellos deben responder a una estrategia con metas y objetivos claros. El riesgo de dejar estos contenidos a la libre creatividad de los activistas espontáneos y los ayayeros profesionales que pululan en la red es muy alto.
¿Quién se favorece con estas piezas de “comunicación”, sazonadas con más hígado que criterio? A la larga, la “antipropaganda” –en uno y otro sentido— termina por desnudar las flaquezas de los dos punteros en las encuestas, ninguno de los cuales puede atribuirse a estas alturas la representación de la decencia.
“¡Miren, qué corrupta es esta señora!”, parece ser el mensaje de la “PPC card”. Pero, ¿qué le ofrecen a cambio a los electores hastiados de la corrupción: el escándalo del peaje de Faucett; los sillones de cuero de la salita del SIN; un hermano que se mete al bolsillo 15 mil dólares de la mafia del “Doc”?
Pese a su ventaja de más de 10 puntos en los sondeos, Flores no debería sentirse tan segura de esas cifras. La reciente incorporación de “hijitos queridos” en su lista de regidores no ha sido bien recibida por un sector importante de electores, principalmente jóvenes, que encuentran en esos tratos una capitulación con los estilos tradicionales de hacer política. En realidad –podría uno decir— nada más tradicional que una candidata con cuatro campañas previas y ningún triunfo propio en su haber.
No obstante, en este caso, salva a Lourdes Flores el que Kouri haya hecho algo similar con los parientes de su casero político. De cualquier forma, habrá que esperar a la siguiente encuesta seria para saber cuál es el costo-beneficio de estos jales sorpresa.
Quienes podrían salir beneficiados de este mejunje pre electoral son los llamados “candidatos chicos”: Susana Villarán, Fernando Andrade, Luis Iberico, María Eugenia de
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