miércoles, 4 de agosto de 2010

Redes, medios y noticias: un debate urgente

Sin que la mayoría de periodistas se percate de las implicancias de fondo, la instalación de los personajes públicos en las redes sociales, en busca de contacto directo con las audiencias, ha comenzado a colocar de cabeza el negocio de los medios de comunicación. Sería bueno entablar un debate al respecto.

A finales de julio, un post del Centro Knight para el Periodismo en las Américas encendió una luz de alerta que no deberíamos perder de vista: el canciller argentino Héctor Timmerman, político diestro en el uso de las redes en Internet, ha cuestionado las prácticas de los periodistas, a quienes acusa de filtrar las noticias en perjuicio de lo que él llama la “democracia de la información”.

Para resaltar las bondades de Twitter y Facebook –sus aplicaciones favoritas para anunciar sus reuniones políticas y agenda de actividades oficiales—, Timmerman asegura: “Lo bueno es que aquí se puede debatir sin filtro de los medios; aquí nadie edita el material.”

En defensa de la prensa, podríamos responder que, a primera vista, las observaciones del canciller pecan de generalización. Y, además –como se advierte en el mismo post–, esconderían la intención de ciertos políticos de evadir las preguntas incómodas que suelen hacer los reporteros entrenados en investigar y fiscalizar.

Críticas y presiones. Pero las críticas respecto a la actuación de los medios no provienen únicamente de funcionarios como Timmerman. En los foros de discusión en la red, por ejemplo, cada vez más ciudadanos protestan contra la enorme cantidad de violencia exhibida en los diarios populares y, sobre todo, en la televisión.

El panorama se muestra difícil para la prensa. Con fuentes y audiencias dispuestas a tomar distancia de los actuales estilos de trabajo informativo, el negocio necesita con urgencia respuestas coherentes.

Peor aún, en el mediano plazo la presión vendrá incluso del lado de la publicidad, con anunciantes obligados a proyectar imágenes corporativas positivas, en un contexto donde cobran fuerza la responsabilidad social empresarial y el comercio justo.

Como el filtro de la prensa y sus criterios de selección de lo que es noticia parecen irritar en la misma medida a las fuentes y al auditorio, lo más conveniente sería revisar ambos aspectos. Pero, sobre todo, apostar por la credibilidad, ese concepto que superó al de la objetividad en el viejo debate sobre las posibilidades de una reconstrucción aséptica de la realidad en los medios.

Conceptos en revisión. En poco tiempo –si no están ya en ese proceso— entrarán en crisis conceptos claves en el mundo del periodismo. Y hasta la definición básica de lo que es un “medio de comunicación” perderá todo sentido cuando la transmisión de lo noticiable se cristalice sin intermediarios.

Pasará a revisión incluso la noción de noticia, debilitada por la manía de publicar principalmente tragedia y violencia, como si la muerte, el crimen, la desgracia, fueran lo único digno de transmitirse en horario estelar.

A los periodistas nos convendría reflexionar detenidamente sobre este punto. En Estados Unidos, por citar solo un caso, los seguidores del movimiento “news resisters” están convencidos de que las noticias son peligrosas, desde la perspectiva de quienes buscan llevar una vida saludable.

La lógica de esta “resistencia contra las noticias” es simple: la proliferación de información negativa afecta los estados de ánimo y deteriora la estabilidad emocional. Y entonces, en conclusión, ver noticias –lo mismo que fumar o pasear por la avenida Abancay— es dañino para la salud.

¿Premio consuelo? Exagerado o no, lo real es que cualquier madre o padre de familia medianamente sensibilizado respecto al proceso de formación de sus hijos no puede sentirse menos que preocupado por lo que exhiben los noticieros de televisión y lo que se lee en la mayoría de los diarios.

Esta situación, sumada al hecho de que los personajes públicos comienzan a preferir las redes sociales antes que a los medios tradicionales para entrar en contacto con las audiencias, obliga a replantear el trabajo de los periodistas. Como premio consuelo, habrá que reconocer que si bien el hombre podría vivir sin noticias, jamás sobrevivirá sin información.