sábado, 3 de julio de 2010

¿Por qué no puedo celebrar este triunfo?

Cuando la política cierra los ojos para pasar de largo frente a la ética, el deporte tendría que abrir los brazos a la decencia. Hemos perdido toda esperanza de que el sistema se autorregule: la corrupción es moneda corriente, el trato bajo la mesa arregla hojas de vida. Todo se compra, todo se vende. Y, entonces, la pendejada se alza como medida de la habilidad para sobrevivir sin problemas bajo el imperio de la ley del menor esfuerzo.

¿Si ayer aplaudí la victoria de Uruguay? Por supuesto. Durante 89 minutos y medio, no solo yo sino toda la gente que conozco de cerca vivió enfundada en una camiseta celeste.

En algo estamos de acuerdo: el triunfo de Sudamérica en el waka-waka es un tipo de chorreo simbólico que baña por igual a todos los aficionados de esta parte del mundo. Sobre el césped, el sueño de Bolívar se cristaliza sin discursos de pacotilla.

Pero esa mano de Suárez en el instante final del partido contra Ghana me ha separado un poquito del resto de una hinchada que solo quiere sopesar resultados.

El fútbol es deporte. Y el deporte es honestidad, al menos en teoría. Me alegra la clasificación uruguaya a la semifinal de Sudáfrica. Sin embargo, esto que siento no se define como felicidad futbolística. Como en una moneda que gira en el aire a velocidad para asignar suerte y destino, esto que siento ahora es la cara inversa de lo que pensé cuando Francia eliminó a Irlanda con una ilegal mano de Henry.

Si en el fútbol dejan de contar el respeto por el rival, el fair-play, la caballerosidad, el trabajo en equipo, entonces sería mejor que juguemos play-station. Y sucumbamos sin queja ni crítica al escupitajo de los CR7, a los desplantes de tipos como Raimond Doménech.

Ayer hemos aplaudido cada penal convertido por los charrúas. Y hemos celebrado, sobre todo, la calidad del “Loco” Abreu para marcar de cucharita con 350 millones de aficionados haciéndole barra desde cada rincón del continente. Pero hay algo que no me deja dar rienda suelta a esta alegría sudamericana, que de verdad merece una nueva oportunidad.

2 comentarios:

Rodrigo dijo...

Disculpe pero ¿qué resulta más honesto? acaso una falta como la de Uruguay, y que al final se sancionò con penal y expulsiòn, o faltas flagrantes que FIFA no reconoce por su negativa a acudir a la tecnologia, como ocurrio con el gol anulado a Inglaterra o el gol de Argentina a Mexico validado en posicion adelantada?

Midamos a todos con la misma vara!

CÉSAR CHAMAN dijo...

Completamente de acuerdo contigo, Rodrigo. La FIFA no es referente de honestidad en ninguna parte. En el Perú, el organismo mundial de fútbol es representado por un señor cuyo comportamiento es propio de sinvergüenzas y malandrines. El tenis admite la tecnología para resolver jugadas dudosas. La F1 también, para sancionar a los corredores que no respetan las reglas de la carrera. ¿Por qué no el fútbol?